Marta (parte II)

(Atención, le recomiendo leer antes la primera parte de este cuento, léalo haciendo click aquí)



Sin dudarlo la carta extrañó mucho a Marta, pero más que eso, la intriga de saber que contenía el documento entero era enorme. La mañana estaba terminando y le quedaba una larga tarde antes de que sus amados hijos llegaran a casa, traídos por el abuelo, el sótano parecía ya perfectamente limpio, incluso en el lugar donde encontró  aquella carta, todo parecía estar en orden, Marta guardó el documento, esperando la venida de su esposo para seguir indagando.


Llegaba la tarde y la lluvia comenzó a caer, era demasiado intensa y las gotas provocaban estruendos al caer en materiales ligeros, las pistas estaban mojadas, el cielo se tornaba gris, y la temperatura descendía, Marta estaba preocupada en el sillón, no quería que su padre conduzca en plena lluvia con dos niños abordo. Cuando repentinamente, el sonido del teléfono agarró desprevenida a Marta, aquella voz que escuchó era la de su madre, comunicando que los niños habían jugado todo el día, estaban cansados y llenos de comida, que sería mejor traerlos a casa el día siguiente, Marta accedió. Era un verano peculiar, generalmente no llueve durante esas temporadas.



Nuestra abnegada madre, se dirigió al jardín a cubrir sus flores que debido a la intensa lluvia podrían maltratarse, cerró ventanas y puertas para que no se mojen o se tiren abruptamente con el viento que resoplaba. Estaba ella en la primera planta cuando escucho que en primer piso un pequeño niño clamaba: "Mamá! mamá!". Marta, quien era una persona realmente escéptica, pensó que tal vez un jovencito se había perdido, y que por la lluvia estaba buscando refugio, pero ¿Cómo podía ser posible esto si todas las puertas ya estaban aseguradas?. Marta supuso que era la radio que había dejado prendida, asi que continuó con sus labores normales. Al terminar, parte de la tarde había pasado ya, la lluvia continuaba, asi que desidió ir a la planta baja a escuchar la radio y leer un poco ya que no había muchas opciones de entretenimiento, al bajar grande fue su sorpesa al ver, que la radio, de la cual había salido esas dos palabras, estaba desconectada y sin ninguna fuente de energía que la alimentase.



Pensando que había sido su imaginación, y que por la soledad y la ausencia de sus niños ella había escuchado en su mente que uno de estos la llamaba, Marta quedó dormida profundamente en el mueble, sin importar el sonido de la lluvia golpeando los diversos materiales de la residencia. Cayó la fría noche, la lluvia continuaba, cuando un estruendo enorme despertó abruptamente a Marta. Pensó que algo se había caído, y se dirigió a recorrer toda la planta baja en busca de una explicación, era entonces que el frío comenzó a sentirse y penetrarse por cada poro de su cuerpo, ella sabía de donde provenía; la primera planta, al dirigirse a esta y revisar el primer cuarto, se le escarapelo el cuerpo al ver que cada una de las puertas de cada habitación estaban abiertas de par en par, Marta trató de calmarse lo más rápido que pudo, y comenzó a clavar cada ventana para que no vuelva a suceder, pensando luego que el viento que es más fuerte cuanto más alto se esté, había abierto sus ventanas.



Eran las ocho de la noche aproximadamente, un vaso con agua y un guisado, fueron la única cena de la señora, ya que al estar ocupada en la mañana, no tuvo tiempo de preparar algo más para ella, sentada en aquella cocina que era conectada por la sala y la salida al patio trasero, se sentía muy sola y algo pensativa, reflexionando sobre diversas cosas ocurridas y la carta, en esa cocina iluminada por ese pequeño foco, mirando hacia la sala, que, junto con la cocina, eran las únicas dos habitaciones con las luces prendidas en su hogar.



Al lavar los servicios y cerciorarse de que todo en los alrededores del lugar este en orden, se dirigió a su habitación, y con el ruido de la lluvia que parecía no tener cuando culminar, se quedó dormida. Temprano, con el amanecer, la levantó de nuevo el sonido del teléfono, la abuela informaba que ya había partido el abuelo con los niños dormidos en el vehículo, y que llegarían para desayunar, que las pistas estaban casi secas, la lluvia había culminado a medianoche.



Marta rápidamente fue a preparar el desayuno y a alistar todo para recibir a sus hijos, la ausencia de estos durante un día fue una eternidad para ella. Los pájaros cantaban, el sol brillaba, y sus hijos llegarían, que feliz se sentía luego de un día anterior peculiar, frío y solitario. Al llegar sus pequeños con el abuelo, los abrazó fuertemente diciéndoles: "Oh mi amores, los extrañe tanto tanto, hasta me pareció oírlos en la casa", seguidamente procedió a darles un tanda de besos de madre interminables.



Estaban desayunando los cuatro en la cocina, observando el patio con los árboles ligeramente mojados aún, el abuelo contaba historias de su juventud. Los niños, terminaron rápido de comer y pidieron permiso para ir a jugar a su habitación, accediendo la madre, se quedó sola con su padre, la primera pregunta que le hizo este fue: "Hija, por qué nos has atendido tú? y tu sirvienta donde esta?". "¿Qué sirvienta papá?", replicó Marta. Y el abuelo algo intrigado le dijo, "La sirvienta, al salir del carro una señora en la primera planta nos observaba desde la ventana, parecía molesta". Cuando dijo eso Marta se quedó en silencio, pensando que alguien tal vez se había metido ayer cuando las ventanas se abrieron, cuando de pronto, se escuchó la voz del hijo mayor gritando:

 "Mamá!, mamá!".



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